He pasado horas mirando planos de la ciudad, buscando metáforas en poemas y escuchando música. Todo a su tiempo o todo a la vez. He buscado patrones, formas que se repiten y pueden haberse generado siguiendo, o no, una idea preconcibida. En el trazado de los barrios del ensanche de cualquier ciudad, ya sea en Barcelona o en Córdoba, es fácil encontrar este tipo de formas seriadas. Sin embargo, en un plano del barrio de El Realejo, la imaginación se abre paso para encontrar el rastro de alguna repetición, y la mirada tiende a recorrer inconscientemente los espacios no construidos. Mis hallazgos son patios, alvéolos que permiten a la ciudad atrapar luz e intercambiar aire fresco entre la tierra y el cielo.
Y a esta constelación de huecos se suma el coso, la gran forma vertebradora que tensiona toda la trama a su alrededor.
Allí concurren propios y extraños, nativos y guiris, en los tendidos y en el ruedo, a las cinco con moscas o a la noche con guitarras. Y quedan sus espectros.
Rafael Obrero Guisado
Rafael aspira a cocinar como Elena Santonja y a pintar nubes como J M William Turner.
Es arquitecto e ilustrador especializado en gastronomía y de su anterior oficio como arquitecto ha conservado la representación de procesos y el gusto por el detalle y las tramas urbanas.
Es colaborador habitual del Especial Gastro de ‘El País Semanal’ y ha ilustrado para el Ministerio de Agricultura, la Agencia Extenda, la Agencia de Obra Pública de la Junta de Andalucía, el Ayuntamiento de Córdoba, Cervezas Alhambra o la revista Salvaje entre otros. Tiene publicado un libro de recetas dibujadas de Córdoba e imparte clases de acuarela donde enseña a pintar tomates y cielos.