Después de André Masson, Picasso y muchos otros artistas, Esteban Ruiz aborda a su vez el tema de la relación entre Tauromaquia y Erotismo de una forma y técnica original.
Esteban Ruiz, aficionado intuitivo ha sabido captar la alta carga erótica de la corrida, esa relación ambigua que existe desde la antigüedad –en la cual el toro era considerado como el símbolo de la fertilidad, de la fuerza sexual (el mas potente de los dioses, Júpiter, se hizo toro para conquistar Europa)– hasta nuestros días, en los cuales un torero de la talla de Belmonte reconoció haber tenido orgasmos cuando toreaba.
En la tauromaquia como en el erotismo, se juntan el amor con el odio, la seducción con la repulsión, lo grotesco con lo sublime, lo refinado con la brutalidad. Una gran faena detiene el tiempo, como el sexo nos hace perder la noción del mismo. ¿No es erotismo esa muleta roja (sangre menstrual) que se ofrece al toro, lo atrae y evita, como una mujer que nos seduce y luego se escurre? La caricia de un natural templado y largo, el latigazo de un pase de castigo recuerdan el amor de extremos, la dulzura y la violencia. ¿Quién es hombre, quién es mujer? El torero con sus medias rosas empitonado por el toro cuando éste lo coge, asume el rol femenino. Pero cuando el torero pega la estocada, el toro transforma su género en mujer, ambigüedad permanente, juego y tragedia, Eros y Thanatos, la corrida es la imagen del amor y de la vida cuyo equilibrio puede romperse en cualquier momento.
Un escritor frances, Michel Leiris dijo refiriendose a los artistas: Incorporar la muerte a la vida, hacerla voluptuosa, tal debe de ser la actividad de estos constructores de espejos… ¿No es esto una magnífica definición del torero? Si el erotismo es el preámbulo del acto sexual, entonces, una faena que precede la estocada es erótica. No así en Portugal donde no mueren los toros (al menos en público) y la corrida pierde en gran parte su carga erótica. No todas las tauromaquias son eróticas, las corridas landesas, o de la Camarga, los recortadores no tienen nada de erótico. No existe erotismo sin «muerte», muerte del toro, muerte del orgasmo. Hay personas que tienen una mayor carga de erotismo que otras, y es lo mismo para los toreros. José Tomás no es un torero erótico, Morante de la Puebla sí lo es, como todos los toreros de «arte».
Pero volvamos a la obra de Esteban Ruiz. Dije al principio que era un aficionado intuitivo, en el sentido que percibe directamente lo puro de lo adulterado sin tener la necesidad de pasar por conocimientos técnicos, privilegio de un artista. En la serie que nos ofrece tenemos un magnífico ejemplo de esta sabiduría profunda mas intuitiva que analítica, y por eso ha sabido plasmar de una forma tan justa la carga erótica de la corrida. Si miramos bien, curiosamente, no encontramos en estos dibujos ni un solo torero sino un ser mítico, el minotauro, e incluso a veces ni eso, solo un toro mirón que contempla un acto sexual. Lo único real es la figura de la mujer. Ella es la corrida, ella es la tauromaquia, ella descarga el erotismo que nos atrae, este erotismo escondido, que seguramente haría reir a muchos aficionados y toreros pero que, inconscientemente, cada uno de nosotros buscamos cuando nos sentamos en el tendido de una plaza.
Alain Pierson